Mi cita en EsSalud

Historia de la vida que no vale un real

6/27/20233 min read

Esa fue una noche fría, era mitad de invierno en Lima, el aire húmedo penetraba los huesos de Joseph y del chofer. Ambos hablaban de política, se quejaban del congreso, obvio, quién no se queja del congreso en el Perú. La vía expresa lucía ocupada, era viernes, todos se movían en todas las direcciones. Las luces altas brillaban y opacaban la vista de los inocentes conductores, los de las altas, los culpables, sin interés alguno manejaban iluminando los rostros molestos de los que venían al frente. A mitad de camino el chofer sintió calor, bajó las lunas de las ventanas, el aire frío entró al carro, Joseph se quejó, ¡Oye, estás loco, cierra, hacer frío! El chofer casi enrojecido, volvió la mirada y dijo: Muero de calor, está caliente la cosa. Joseph lo miró y le repitió ¡Estás loco!

Allí, el calor mermó, aumentó, siguió jodiendo al chofer, mientras manejaba raudo, puesto que se vio obligado a acelerar, se quejó de dolor de cabeza, luego le sobrevino un dolor de pecho. Joseph -le dijo- creo que me siento mal, me duele el pecho, el brazo izquierdo ¡Crees que sea un infarto? Joseph, asustado, lo miró y bromeó. No te mueras mierda, no aquí, si mueres nos chocamos y yo me muero también. ¿En serio estás mal? -preguntó Joseph-, Si -asintió el chofer-

La ruta se hizo larga, ambos vencieron el tráfico, llegaron a la emergencia del hospital de EsSalud -el nombre no importa, tienen el mismo sistema-. Pasaron triaje, sentaron al chofer en una camilla y el médico dijo: La presión está alta, vamos a descartar un infarto, le vamos a tomar unas muestras de sangre para unos análisis de urgencia, le pondremos una vía. Llamaron al laboratorio, pero no llegó, el chofer tuvo que acercarse en su silla de ruedas hasta el laboratorio. Un tipo mayor, casi de 50 años, vestido de celeste le tomó la muestra de sangre, y dijo: Dos horas para el resultado. !queé¡ dijo el chofer. Es un examen de urgencia, es para descartar un infarto. -Dos horas repitió el hombre cincuentón vestido de celeste-. Luego, en la sala de emergencia nuevamente, sentado en la silla de ruedas mientrás esperaba, la enfermera canalizó las venas del chofer, el suero inició su ruta y la madrugada iniciaba, más fría y solitaria.

Una hora después, el chofer volvió al laboratorio, encontró al hombre de celeste jugando solitario en su computadora, su muestra descansaba a lo lejos en una gradilla blanca y oxidada, al costado de un equipo de quimioluminiscencia gigante como una lavadora. ¿Ya estarán mis resultados, la muestra de marcadores cardiacos? No, aún no -respondió el cincuentón, le dije dos horas-. Pero, esos análisis no demoran diez minutos, es un descarte de infarto, acaso no tienen sistema de acceso rápido en ese equipo de allá, el que está al lado de mi muestra. No, usted que sabe de eso, son dos horas, por favor vaya a emergencia, en dos horas aparecerá el resultado en su historia. El chofer se fue, sin decir palabra alguna, sin refunfuñar, en su interior se notaba algo de decepción mezclada con rabia y malestar, pero se sonrío con el cincuentón vestido de celeste y le agradeció la información antes de irse. Casi a las dos horas, los resultados llegaron, el médico los revisó, el chofer se quedó descansando y le dieron medicación para la presión alta y para el dolor anginoso que traía encima. De este evento han pasado ya 8 años, si ocho, luego el chofer ha pedido cita con el cardiólogo, puesto que regresó a emergencia dos veces más por el mismo problema, pero en estos 8 años, no ha habido un cardiólogo disponible en EsSalud. Le siguen diciendo, lo vamos a llamar, pero esa llamada no llega aún. Mientras tanto, Joseph se enamoró, ya se casó, su hijo ya está en el colegio, pensar que cuándo moría de frío, esa noche que el chofer se moría de calor, Joseph era soltero sin compromiso. Seguro llegarán más eventos felices para muchos, pero el cardiólogo probablemente nunca esté disponible para el chofer.