El Funcionario
Historia de un candidato a vago
Acabó la reunión y salió corriendo, tenía algo que hacer, tenía una clase y ya estaba retrasado. Sus estudiantes lo esperaban, casi impacientes, más de 20 minutos en espera y no habían signos del profesor. Entró en la sala virtual, dijo: ¡Hola, perdonen, tuve una reunión con el ministro! y empezó la clase. ¿Han estudiado? No pueden seguir en mi curso sí no estudian, o quieren ser una tanda de brutos. Los estudiantes lo escucharon, sentían el apuro, pero no dijeron nada. A ver, vamos a acabar antes, porque es un tema fácil - dijo el profesor- es algo básico para ustedes. Yo lo aprendí rápido, pero eso es otro detalle, ustedes no están aún al nivel. Acabó la clase, mostró números y letras, dejó la tarea para la semana entrante y salió de la sala.
Vuelto a sus quehaceres diarios, continuó llenando datos en una hoja de cálculo, mientras miraba sus dos monitores. Esas dos pantallas eran su compañía perfecta, él hubiera preferido una tercera, pero no se la dieron en la oficina. Él llegaba a la oficina a las 7am todos los días, de lunes a viernes, nunca salía del trabajo antes de las 7 u 8pm, las reuniones del día a día eran interminables. Esas reuniones eran de saco y corbata, todos ingresaban a la sala de reuniones como en manada, vestidos igual, con la misma actitud, todos hablando de su experiencia, proponiendo soluciones aprendidas en su breve paso por un hospital durante el internado. Ninguno conocía siquiera su barrio, su pueblo, pero todos decían luchar por solucionar problemas del pueblo. Las reuniones eran a veces solubles, sin término ni conclusión; otras veces, las soluciones sobraban, eran grandes, no encajaban en la necesidad. Pero esas soluciones salían como pan caliente, se publicaban en los diarios de la mañana y salían en entrevistas de televisión al mediodía, se tenían que implementar, tenían que ser cumplidas, hechas con inversión de los impuestos de todos. Ellos, el funcionario y sus amigos, cargaban sus laptops como si llevaran un amuleto, no la dejaban nunca. Al hablar, miraban sus pantallas, veían datos, veían internet, veían artículos, veían otras realidades, veían lo que pasa en el mundo y como el mundo lo arreglaba. Algunos solían decir: ¡hay un paper recién publicado en Islandia, esa intervención funcionó, aquí funcionaría! y zaz, la implementaban. El que dirigía la reunión, acabó la misma, dijo, debo salir, continuamos mañana. Salió raudo, corría por los pasillos, sus estudiantes lo esperaban. Tenía una práctica, entro a la sala, saludó. ¡Buenas tardes jóvenes! E inició su clase, habló de como Noruega había acabado con la sarna y como es que la íbamos a eliminar aquí. Un estudiante le preguntó: ¿Profesor, en Oslo, el ministro tomó una iniciativa distinta a la que usted menciona, por qué? Él respondió muy seguro: ¿Oslo?, qué habla usted joven, la capital de Noruega es Copenhague. No permito ignorantes en mi clase, le sugiero revisar su geografía. Y continuó.
Él salió corriendo de la oficina, tenía que ir una reunión urgente, la asociación de expertos lo había convocado para una consultoría. Llegó al viejo edificio en el centro, tarde para la reunión, pero sus colegas también llegaban tarde. Siempre lo hacían, casi siempre todos llegaban tarde, era costumbre de grupo. Hablaron del día, de la familia, de los amigos y de como odiaban a sus jefes. Si, casi todos odiaban a esos malditos gordos. Todos odiaban que ganaran un mejor sueldo por un trabajo que sentían que ellos hacían. Solían repetir la frase: ¡Ese pendejo, no hace ni mierda, solo pide informes, textos, discursos, se los hacemos todos y él cobra y se lleva la gloria, ojalá y lo saquen a ese desgraciado! La reunión acabó cerca de la medianoche. Todos salieron, él se dirigió a su casa, manejaba cansado, mientras escuchaba sus baladas de toda la vida. Pasada la medianoche llegó a su casa, entró, pasó directo a la cocina, comió la cena fría y se tomó una cerveza. Subió, fue directo a la habitación de sus niños, les dio un beso, ellos no reaccionaron, dormían profundamente. Luego, fue a su habitación, su mujer dormía también. Tres horas después se levantó, preparó una clase, se ducho y salió nuevamente. Ya eran las 6 de la mañana, tenía que ir a trabajar y ser nuevamente un funcionario.